No sé por qué tomé la decisión. La verdad que puedo estar tiempo recapacitando y aún no sabré cuál fue la determinación que me impulso precisamente en este momento. Entiendo que no lo vi venir, pero me conozco, ¡coño!, me conozco. Sé que estas cosas no pueden salir del todo bien. Siempre hay algo oculto, algo manipulado alevosamente. Pero la plata mueve todo. Y ahora me doy cuenta que yo tampoco me salvo. La corriente te lleva y nadie te va a echar una mano. Si eres frio, te puedes escapar. Pero la dinámica te arrastra. Nadie te prepara para superarlo. Sólo es tener suerte.
Y lo acepté. Acepté el trato. No era lo que me esperaba. Bueno no sé que esperaba. Se enrevesó. Y mucho. Girar en otra dirección es para otros. Yo ya no puedo. Lo que hice, lo que me obligaron a hacer, tengo que llevarlo conmigo. Aunque tal vez pueda enmendarme. Pensar, pensarlo, actuar. Esta vez más reflexivamente. Las vías están ahí, a ver si las localizo. De algo aprendemos, si a eso le llamamos humanidad. No va con mi persona. Ya no. Cambiaron mis perspectivas. Me cambiaron. La confusión turba mis recuerdos, mis pensamientos, y me ataca en sueños. Cualquiera diría que realmente éste es el sueño. Yo soy consciente de que lo sucedido no se borra con el frotar de unas mugrientas legañas. Ni con el primer café de la mañana. Esta aferrado a mi mente con garfios de remordimientos. Una tensión que desgarra mis sentidos. Me anula. Voy cayendo al vacío mientras observo la lejanía de mi horizonte. ¿Será ésta mi autotortura moral? Después de todo me acerco a entender la maldita ética. ¿Y cómo la explico? Lo sencillo de provocar una risa, jodidas carcajadas de incredulidad. Pena de la ignorancia.
Tras largos meses recorriendo el continente, dejándome llevar por las brisas del estudio del pasado, buscando la cordura del presente, descansé en casa de uno de esos amigos que te vas encontrando en la ruta, en las experiencias del conocimiento subjetivamente compartido. Mis pies se alegraban de un respiro a la sofocante rutina de los pasos hacia lo desconocido, lo desconocido dentro de las pautas que marca la postmodernidad, esas contra las que se lucha, esas que pueden cambiar al segundo, ser casi cualquier cosa. Poder descansar mi espalda de los latigazos de esa aferrada mochila que vigila la estabilidad de mis músculos. Relajar mis neuronas demasiado activas en el detallismo de lo vivido. Ese era mi descanso.
La casa, llamarlo así es minimizar la importancia del recinto, se alejaba de lo que a veces me provoca ligeras asfixias. Las grandes urbes. El acecho del hormigón a mis recuerdos de la naturaleza casi virgen que tiñó la armonía del mejor cromatismo de mis pupilas receptivas.
Se dejaba rodear de grandes colinas de un esplendoroso verdor, de una sincronizada belleza, de un silencio perseguido y anhelado. Una posición privilegiada. Unos días de nuevos aires de amparo.
Localizada en el pequeño municipio de La Vega, pequeño en tamaño, grande en crecimiento y demanda de amarre, se alejaba inclusive de éste para adentrarse en la altitud de un cercano cerro. Un mirador unidireccional, de la discreción, de la calma despreocupada.
Los árboles frutales se entrelazan a la multitud de colores de arbustos florales, dejando como telón de fondo la blancura de las paredes de la casa. Una blancura espaciosa. Determinante en su finalidad edificada, la armoniosa separación de las realidades. Y se le podría llamar espaciosa a la distribución de sus paredes, a la organización del movimiento en sus entrañas.
Mi llegada se anticipaba suave, deseaba pasar unos días para aclarar hacia dónde iban mis pasos. Más ahora que me había quedado sin plata. Muchos meses de movimientos, más o menos discontínuos, sin ingresos, me hacían replantearme mis opciones. Juan escuchó mi reclamo y se solidarizó con mi emergente situación, una acogida en el momento adecuado. La idea expuesta por ambos era permanecer unos días, se podría alargar circunstancialmente a semanas, en la casa. Aprovechar su hospitalidad para aclarar mi mente y fortalecer mis decisiones. Vislumbrar alternativas no era tan fácil cuando el tiempo apremia. Juan se portó como un amigo. Escuchó mi ruego a mi paso por Bogotá, donde ví frustrado un negocio, una última opción que apuré demasiado. Aunque la ciudad tiene las mil y una puertas abiertas para desenvolver tu arte, no supe organizarlo correctamente y se escapó la suerte. Pero ahora la buscaría de nuevo, no lejos, justo ahí al lado.
Pero la casa estaba convulsa. No esperaba tanto movimiento. Personas de aquí para allá, hablando entre ellas, algunas solas. El ruido rompía la percepción de esa supuesta tranquilidad de la que me habían hablado. Eso era lo contrario. Una urbe en milímetros cuadrados. Esas paredes blancas golpeadas por los rostros que pasaban a su lado, seguidos de cuerpos aparentemente estresados. ¿Se olvidó la naturaleza de devolver el cantar de los pájaros? Los sonidos actuales se escupían de lujosos celulares, de palabras malsonantes, de acentos varios. No sé que pasaba. Mis pies se bloquearon antes de acceder a la casa. Nadie se percató de mi presencia, algo que confirmaba lo que observaba. Oteé los diferentes ángulos de la casa, las puertas, sus salidas y entradas. Buscaba a Juan. Un rostro conocido. Una mano de retirada.
Lo vi en la parte de atrás. En él se veía calma. Alimentaba a unos cachorros de pitbull de tan sólo unos meses. Preciosamente atigrados, inocentemente juguetones. Una estampa que se antojaba opuesta a lo que se movía a sus costados. Unos segundos, minutos, no sé, perdí la noción de mi tiempo, después, se encontraron las miradas. Con tan sólo un gesto de aceptación, dejó de alimentar a los perros, se sacudió las manos y se dirigió hacia donde yo estaba. Aún caminando silenciosa y parsimoniosamente despertó el interés de los otros. De la masa de hombres y mujeres que parecieran haberse escapado del cierre de Wall Street. Que siguieron con sus ojos, sus espaciados movimientos, tornando sus cuerpos, orientándolos en la misma dirección. Un sólo lugar que se convirtió en el epicentro de ese lapso de tiempo, del espacio unificado de nuestras vidas. Yo. Donde yo estaba. Mi persona. No sé. Mi cuerpo se paralizó en su totalidad. Juan seguía dirigiéndose hacia mí. Yo esperaba. Única elección. Esperaba.
Vi su mano acercarse a la mía. Intuía un encuentro, un saludo social de reconocimiento. Una aceptación hacia los otros. Una identificación hacia los otros. Como recordaba de él no apretaba especialmente fuerte, pero sí decidido. Sin dudas, ni sudor, ni imposición. Algo que me relajaba, aunque esta vez no le miraba a él. Mi vista sobrevolaba sus hombros observando y analizando al resto. Creando similitudes. Buscando un patrón común.
- Me alegra verte de nuevo-la suavidad de su afirmación me arrojó a una nueva incertidumbre.
- Juan, ¿qué está pasando?- buscaba la discreción en mis palabras, y un desesperado clamor de respuestas.
- ¿A qué te refieres amigo?- como si no fuera con él la situación.
- Bueno, tío, hablamos de que vendría aquí a relajarme unos días, a descansar mi mente y buscar como focalizar mis problemas, ya sabes esa puta mierda de economía de la que vivo. No me esperaba tanta gente. E intuyo que me siguen con la mirada. A si que esto va conmigo. No sé por qué, pero me esperan toda esa panda de yupis hijo de putas. Me miran. Sé que no te sorprende. Ni te has inmutado. Cabrón. Dime que coño pasa.
- Tranquilo Edu. Todo es normal. Las apariencias te están engañando. Tal vez estés sometido a demasiado estrés. Sí que esto va contigo, pero de buenísima onda. No te tienes que preocupar. Relájate, yo te explico toda esta movida. Calma. Ellos esperarán a que hable contigo. No tenemos prisa. Quiero que me escuches, pero que me escuches bien.
- Joder Juan, me has dejado peor de lo que estaba. Que pasa. Vamos habla ya.
- Ven conmigo. Vamos a dar un pequeño paseo para explicarte la situación. Así nos alejamos de ellos para que te relajes y nos centremos en la conversación.
Era impresionante el terreno de que disponía la finca. Juan me explicaba la extensión, señalando con sus morenos dedos las dimensiones del perímetro. la verdad que iba más allá de los cerros que cortaban mi horizonte. Unos cerros plagados de una espesa vegetación. Matorrales, pasto y una diversa variedad de árboles, algunos frutales. Caminamos bordeando una zona de juegos infantiles. Columpios, toboganes de un desgaste evidente en su pintura, y un pequeño laberinto realizado con maderas en una estructura cúbica, una extraña estructura que me atraía probar. Eso me distrajo. Mientras observaba el resto del camino; un camino cuidadosamente decorado con estacas blancas que marcaban su dirección, con algún que otro farol; observando pequeñas plantaciones de yucas y papas, verduras verdes, tal vez lechugas, espinacas y zanahorias, o pimientos y pepinos, quién sabe, non estaban muy crecidas; empecé a notar como las pulsaciones de mi corazón se frenaban, esos malditos impulsos que me habían acelerado todo el metabolismo, los nervios hicieron libre algún que otro pedo, confundiendo mi metano con el de las vacas que pastaban en su amistosa tranquilidad.
Como si pudiera percibirlo y tras unos momentos de silencio, Juan me miro con ganas de explicarme las cosas.
- Bueno Edu, te cuento. Toda esta gente está aquí por tí. Eso no es algo nuevo, vale. La cuestión empezó cuando me dijíste que venías a verme. Me contaste que estabas en bancarrota. Que no te quedaba dinero para seguir viajando y que no te salía ningún trabajo. Además de perder la plata que te quedaba en no sé que negocio.
- Vale hasta aquí te sigo. Continúa.- una nueva expectación alertó mis sentidos.
- Nunca te dije como me ganaba la vida. Nos conocimos durante meses, pero no salió el tema. Bueno no es difícil de averiguar. Soy narco. No de los grandes. Autónomo. Estoy fuera de cualquier cartel. Siempre he buscado mi libertad de movimientos. Por suerte eso se ha valorado y me he ganado un puesto de respeto con el resto de colegas del gremio. Ellos me protegen y les interesa todas mis nuevas ideas para marcar una evolución del negocio. Son muy cuadrados y de la vieja escuela. Yo tengo mis estudios científicos en la Universidad de Bogotá. Me especialicé en Geografía e Hidrología. Me interesa el tema, pero era un poco una coartada para seguir con mi negocio y aprender algo de paso. Pero me interesó y me enganchó. Luego seguí con un postgrado y doctorado en acuíferos suramericanos. Digamos que soy una pequeña eminencia. Aunque me he mantenido siempre en el anonimato y mis investigaciones nunca las he publicado. Pero me gusta hablar del tema con colegas. Ya sabes, estar un poco al día de qué se mueve. Realmente en los dos campos, el científico y el laboral.
- Creo que no me estoy enterando de qué va el tema. ¿Estamos andando para que me cuentes tu vida?- me aturdía la imprecisión de Juan, siempre le había gustado hablar mucho, pero esto era nuevo.
- Tienes razón. Me estoy enrollando un poco. Pero créeme que era necesario para que entendieras lo que te voy a contar ahora. La cosa es que todos estos años he descubierto algo inquietante. Todo empezó cuando fui a hacer unas mediciones en la Laguna El Tabacal. Está a unos pocos kilómetros de aquí. Es bastante turístico. Viene la gente desde Bogotá para verla. El enclave es tranquilo y precioso. Aprovechamos unos días que cerraron el acceso para hacer las mediciones. Nadie había medido la profundidad de la laguna aún y quería ser el primero. No tenía ningún mérito, pero yo soy de aquí. Era un poco por orgullo. Aquí vino mi sorpresa. Las mediciones fueron más asombrosas de lo que esperaba. No encontré fondo. Y lo más enigmático de todo es que encontré una fuerte succión en lo más profundo. No sé que era pero nadie jamás había escrito o descubierto nada al respecto. Sólo yo escribí un artículo cuando no pude encontrar el fondo en el Lago Nahuel Huapi ,en Argentina. No lo publiqué. Se lo mandé a por mi entonces tutor de doctorado. Se rió de mi. Dijo que era imposible, que algo había hecho mal. Que volviera a repetir las mediciones. Mi orgullo me impidió hacerle caso y deje el asunto aparcado durante un tiempo hasta ahora. Volví a Bariloche a hacer de nuevo las mediciones y confirme lo que suponía. No tiene fondo, o por lo menos no estamos preparados para medirlo con las técnicas de las que disponemos ahora. Y créeme que son avanzadas. Explicado así tan resumido igual te suena raro pero concluyendo un poco te diré que hemos descubierto algo único en el mundo. Después de verificar lo de Argentina estuve investigando durante largos meses con un grupo de colegas, bueno de secretos colegas a sueldo, el resto de lagos del continente, a través de la Cordillera de los Andes. Lo más curioso es que sólo estos dos, El Tabacal y el Nahuel Huapi, siguen sin enseñarnos sus profundidades. Y más curioso aún es que en el Nahuel encontramos la misma succión en el fondo del lago, pero en dirección opuesta. No te explico las mediciones y los parámetros de control de fluidos, de caudales, física y esas cosas, que se nos irían los días. Esto es lo importante. Sabemos, casi con total certeza que hay una comunicación subterránea, bastante subterránea, por debajo del resto de acuíferos del continente, entre estos dos lagos. Que las corrientes regulan su nivel y se comunican.¡Se comunican!.¿Sabes cuantos kilómetros de distancia hay? Más de 5.000 kilómetros. Esa distancia recorre el acuífero subterráneo. Es increíble. No hay nada igual. Nada.
- ¿En serio? No me habías dicho nada. ¡Enhorabuena por tu descubrimiento!- perdí la noción de la realidad tras escuchar la historia de Juan.
- Lo mejor de todo es que para nosotros es una oportunidad única. No científica, eso es un secreto bien guardado por el momento. Te hablo de económica. Creemos que podemos hacer una ruta submarina por el acuífero para transportar nuestra coca hasta Argentina. Con total seguridad e impunidad.
- Espera un momento. Me estás desbordando el cerebro de información. Vale que seas un narco, un científico, un gran descubridor de acuíferos, pero lo último que me has dicho ya se escapa de mi razón. Primero porque mi sentido común dice que es imposible. Segundo porque yo digo que es imposible. Y tercero...¡es imposible!- me habían vuelto los pedos, no sé si del nerviosismo o del absurdo que estaba viviendo, pero me había acelerado y estaba muy tenso. No sé si Juan pensaba que era estúpido, era todo una broma o que coño estaba pasando aquí.
- Sé que piensas que todo esto es una puta broma, pero es muy serio. Hemos medido las posible fuerza de la corriente de succión y su impulso provocaría una fuerza cinética tan fuerte que aceleraría cualquier cuerpo a una velocidad permanente bastante alta. Llegaríamos al otro extremo en un tiempo muy breve, comparado con cualquier otra movilidad y sin el peligro de las avionetas en esta ruta. ¡Y adivina qué! Tenemos el vehículo. Hemos mejorado un mini submarino con la mejor industria naval. Tenemos los contactos para conseguirlo y el dinero necesario. Claro más la inversión inicial que compensaremos con los beneficios de la ruta. Hay que arriesgarse. La vida es para los valientes.
Sólo nos falta cerrar un punto. Encontrar un piloto que la pruebe y haga el primer envío. Mis trabajadores son leales pero están acojonados. Nadie se atreve y yo no soy tan cabrón como para obligarlos. No es mi estilo. Necesito alguien de confianza y que sepa reaccionar en estos casos. Y tú tienes pelotas. Me los has demostrado el tiempo que te he conocido. Y necesitas el dinero. Mucha plata. No te pagaré yo. Es el dinero de todas esas personas que te están esperando para conocerte. Eres su hombre.
- Eeeeeee....- las palabras se escondieron de mi boca, se hundieron en lo más oscuro de la incredulidad, de lo atónito, de lo imprevisible.
- Sé que ha sido todo muy rápido. No te he dado el tiempo necesario para asimilarlo. Pero ya tendrás tiempo. No te estoy metiendo presión para que me des una respuesta. No te preocupes por eso. Hoy sólo tienes que conocer a las personas, tómate unas cervezas, fúmate algún cigarrillo. Disfruta. No pienses en nada. Nadie te lo va a exigir. Mañana o pasado ya hablamos.
- Perfecto porque estoy aturdido. No sabría que decirte ahora, ni si sería sincero, impulsivo o producto de mi consternación. Lo dejamos como bien tú dices y mañana reflexiono con calma. Vamos a conocer a esas personas que tengo la garganta seca.
- A sí me gusta con optimismo, esa es la actitud por la que confío en ti. Sé que todo va a ir de puta madre, pero no te digo más.
Cuando me di cuenta ya me había bebido tres cervezas, bien frías y con la ansiedad de un adolescente, que necesita emborracharse rápido para darse valor y afrontar las duras noches de conseguir un polvo rápido. La primera de ellas creo que ni la degusté, podía haber sido perfectamente ron o agua. Me daba igual. Las personas allí reunidas, comprendiendo la situación me dejaron hacer antes de entablar conversación conmigo. Sabían como marcar los tiempos. Parecía un guión estructurado en un continuo devenir de situaciones controladas en su justa medida, una sincronización de resultados optimizados por una preparación previa, por una idealización de los posibles resultados. En los primeros minutos no sentí la presencia de esas personas, narcos, mujeres de narcos, quizás algún científico o político. No era el momento para hacer presunciones ni identificaciones previas y obviamente no eran unas preguntas de presentación formales como cualquier otro insignificante momento de una rutinaria realidad. Calmada mi sed, más ansiedad que sed, procedí a presentarme con la mejor de las sonrisas en mi cara, con la mejor de mis falsas actuaciones, hipócrita o no, ahora no tenía que causar dudas. Mi apariencia tenía que ser pausada, segura y dándole un toque de prepotencia para posicionarme en este pequeño mundo en el que no estaba acostumbrado socializar. Sé que sabían que aún no había tomado una decisión, pero mi seguridad tenía que ser manifiesta. Me daba ventaja para afrontar las siguientes horas. Uno tras otro se fueron presentando. La verdad que no diferenciaba ningún rasgo característico entre ellos. Los trajes se veían de valor, elitistas y previamente seleccionados para esta ocasión. Nuevos diría que estaban. Las pocas mujeres que se acercaban lucían lujosos diseños de no se qué importante diseñador. No es mi campo y no me importa una mierda, pero se notaba que no eran comprados en un puto mercadillo. Y yo absorbía tan rápido las cervezas que sus efectos empezaban a afectarme. Una apertura a la tranquilidad de la trivialidad de las conversaciones como si de una taberna cualquiera se tratara. Nunca tocaba temas complicados y eso me daba respetabilidad. Para ser sincero tampoco me interesaba saber de sus vidas. Se veía que manejaban cantidades de plata. Cómo lo intuía, los detalles me eran insignificantes.
Las risas posteriores, absurdas, triviales, marcaron una noche amistosa, más personal por momentos, e íntima en los instantes en los que alguna mujer me rozaba ardientemente mi trasero, vislumbrando la lujuria prohibida a la que podría acceder si quisiera suicidarme, no era bueno entrar en ese campo, lo que interpretaba con la ignorancia más absoluta, mientras pasaban por mi mente imágenes de lo más bizarras, llevándome a esas viejas a las plantaciones circundantes a la casa y cometiendo las más salvajes fantasías sexuales.
Todo acabó en una gran confraternización. En el encuentro con una gran familia. Poderosa familia. Poco a poco se fueron marchando a sus casas, la fiesta estaba concluyendo. Veía, por decir algo, ya que mi visión se retorció doblegando la intensamente brillante realidad, la salida de la finca de espectaculares autos. Ninguno discreto, parecía ser que no necesitaban ocultar su clase social, o la presunción de juicio de valor hacia sus ocupaciones laborales. Disfrutaban, vivían y sabían que todo es rápido, nada te daba la seguridad de por vida. Era su efímera verdad.
Cansado, borracho, traté de movilizar a mis confusos pies, que se siguieran el uno al otro marcándoles el ritmo con mi cabeza, componiendo una melodía de metrónomo, un ritmo básico de permanencia en una estabilidad breve, suficiente para llegar a la habitación que Juan había preparado para mí. Descansar, apagar mi mente, desconectarme de esa intensidad que me deparó mi llegada a La Vega. Inesperada, enigmática palabra.
No sé que hora era, había dormido toda una vida. El dolor de mi cabeza me recordaba los excesos de la noche anterior. Me costaba centrar la vista en los objetos que rodeaban la habitación. Todo bien desperdigado, bien revuelto. Un caos que me reconciliaba con mi, con mi situación y mi interpretación de cómo ocupar mi espacio.
Me levante tensando los músculos de mis piernas que protestaban por la intensidad de ese despertar. No estaban dormidas pero si sobre forzadas. Las traté con cuidado. Nos necesitábamos mutuamente. El equilibrio de los segundos posteriores me asustó. Me costó mantenerlo. No bebería de esa manera más. Y fumaría menos. Recordé como me invitaban constantemente a cigarrillos, que fumé sin parar. Ahora mi garganta carrapeaba. La circulación de las flemas arriba y abajo se mantuvo hasta mi llegada al baño. Las expulsé a la vez que la primera orina del día. Me asusté de nuevo al mirarme al espejo. Signos evidentes de una larga noche. Los ojos reflejaban un sombrío rojo, de esas venitas reventadas por la toxicidad de lo consumido. Más todas esas horas dormidas. ¿Qué hora sería? Preocupado me lavé la cara velozmente y me vestí. La camiseta olía a todo, pero de momento era la primera opción. Luego la cambiaría.
El sol impactó con violencia mis pupilas. Las contrajo a su mínima dimensión. Estaba fuerte. Parecía advertirme de la necesidad de despertar mis recuerdos, mi metabolismo y prepararme para los siguientes acontecimientos. Vi a Juan. Radiante, tranquilo, sonriendo como si no sintiera ningún dolor parecido al que oprimía mi cerebro. Ese maldito clavo, cientos de ellos, que pretendían licuar su interior.
- Buenas tardes, cabronazo. Veo que has dormido bien. Aunque pareces hecho mierda.- riéndose con la complicidad que deseaba.
- Ya sabes. La nostalgia de una buena fiesta. Perdí la noción del tiempo y del alcohol ingerido. Pero supongo que todo salió bien.
- Sí, causaste una impresión de puta madre con mis colegas. Están entusiasmados contigo. Me felicitaron por mi propuesta. Tu candidatura. ¿Seguimos? Ya sé que acabas de despertar y que te prometí tiempo, un par de días, pero estoy impaciente. El primer paso ya está. Te has incorporado a la familia. Eso lo hace todo más sencillo.
- Si te soy sincero, no lo pensé mucho ayer. No me acuerdo ni de lo que hablábamos, pero seguro no era del tema. Pero sorprendentemente me encuentro tranquilo y seguro. Quizás peque de impulsivo, pero no sé que más podría reflexionar. Iré pensando en los detalles en el trascurrir de los días pero acepto. Seguimos para adelante. Acepto tu propuesta. Lo que sea. Esta absurda propuesta de locos.
- Genial. Sabía que no me defraudarías. Nunca me equivoco con las personas. Eres el mejor. De puta madre. Vamos a comer algo, que tienes que mejorar ese aspecto que tienes. Y no te preocupes de nada más por hoy. Date un baño en la piscina, toma un poco el sol, relájate. Hoy no tienes que hacer nada más. Tómate el día para desconectar.
Ahora sí que degusté la comida. Tradicional, maravillosamente tradicional. El sabor de la yuca frita, esos tamales de verduras que le dan todo el énfasis a la definición de sabor. Un arrocito que se conjugaba perfectamente con los frijoles, más en su unión en mi boca, en su paseo digestivo por mi ser. Y un refrescante juguito de mango fresco, cogido de los mismos árboles que nos rodeaban, que vigilaban nuestros pasos. Estaba lleno. Necesitaba de esa comida. Un café bien negro para terminar. Una ayuda para relajar mi metabolismo y depurarlo. Sin tiempo para acabar de tragar el último sorbo de la taza, me dirigí apresuradamente hacia el baño. Con esto empezaba lo que me quedaba del día. Luego me relajaría como sugirió Juan nadando en la trasparencia de la piscina. Dejando que purificara mis poros la sensación de frescura de sus aguas.
Hoy era un nuevo día. Juan me despertó bien temprano. Teníamos que empezar a preparar todo. Yo no sabía realmente que tenía que hacer pero me dejaría llevar por lo que ellos tuvieran preparado. Los detalles serían datos a ir analizando cada poco por mi despierto cerebro, preparado ahora para lo que acontezca.
Tras un desayuno rápido que activo mis energías, nos subimos a su todoterreno, tuneado con unas espectaculares llantas de una brillantez que no recuerdo haber visto antes, y alto, le había subido los ejes los suficiente para dar la sensación de dominio de la carretera, de ese poder, imagino, que andan buscando los que se mueven en ciertos círculos económicos selectos.
- ¿Dónde vamos Juan?- primera frase del día, intentando romper la concentración a la que veía sometido a mi amigo.
- Hoy vas a ver el submarino. No está lejos de aquí. Lo fuimos trayendo por piezas, prefabricadas y sometidas a exhaustivos controles físicos, complejos, pero de la mayor tecnología que nadie ha visto antes. Son unas piezas que, sólo por ellas mismas, valen más que toda la plata que se maneja en la población, y hay plata, la mayoría de vecinos se dedican a la producción de coca en diferentes puntos de la selva. Todo el mundo sabe lo que se mueve pero no tenemos problemas, este pueblo es equivalente a un paraíso fiscal. Nadie da problemas. Por eso decidimos traer las piezas por separado de fábricas de todo el mundo, fábricas de alta tecnología y ensamblarlas aquí. En la finca de uno de nuestros colegas, socios, colaboradores, como quieras llamarlo. Está al lado de la laguna. Ahora ya armado y sometido a pruebas en un hangar acuático que construimos para la ocasión, sabemos que está preparado para su primer viaje. Sólo faltaba el piloto.- concluyó lanzándome una mirada cómplice.
- Imagino que el equipo que diseñó el submarino, lo construyó, lo armó y lo probó, serán de los más competentes. No sé, no tengo ni idea del tema, pero lo veo complicadísimo. No creo que sea como montar un puzle.
- Comprenderás que para esta empresa hemos movido todos los hilos necesarios por todos los puntos del globo. Tejimos una red infraestructural, tan compleja, como imposible de seguir. No hay pruebas de envíos, de llegadas, de transporte de ninguna de las piezas. Y aquí todo fue mucho más fácil. Controlamos todo el pueblo y las inmediaciones. Sabemos quién eructa, quién llegó borracho a casa, quién se tira pedos, quién roba o quién habla con la policía.No se nos escapa nada. Costó su buena plata y su tiempo. Pero salió todo como lo habíamos previsto. Ahora verás nuestro prototipo. Si lo conocieran los círculos científicos del mundo entero, se tirarían de los pelos. Es el futuro. El más avanzado futuro. Y es nuestro. Estará en tus manos.
- Demasiada presión, ¿no crees?- no estaba preocupado, ya había asumido mi rol, y lo veía todo claro, sin vuelta atrás.
- Todo el mundo tiene puestas en ti sus esperanzas, nadie te va a presionar. Tómate tu tiempo. Pero verás que manejarlo se antoja sencillo. Demasiado sencillo. Lo hemos diseñado como si jugaras a la Play Station. Es una estupidez conducirlo. Sólo necesitamos tus huevos. Eso es lo que nos faltaba.- con una confianza y seguridad que me aturdía.
- Ya tengo ganas de probarlo.- seguro, me sentía demasiado seguro.
Era sorprendente lo encauzadas que estaban las cosas. Yo acababa de llegar, pero sabía el magnanimo trabajo que se había movido tiempo atrás hasta llegar a este momento. Para mí era cómodo. Realmente no me jugaba nada. Tal vez mi vida. No pude evitar sonreír. Si alguna vez pudiera buscar una aventura no encontraría nada igual. Era la aventura.
Los árboles pasaban a nuestro alrededor, a intervalos constantes entre las fincas que se sucedían por el camino. Fincas decoradas minuciosamente según diferentes cánones estéticos. Columnas griegas, estilo morisco, clásico, colonial español, prefabricadas, de estilo rústico. Los colores marcaban la diferencia entre ellas. Lo mismo que sus tamaños. Las vistas desde nuestro camino seguían demostrándonos la posición privilegiada de este pueblo. Cerros redondeados en su perfección rompiendo una simetría en las formas, buscando la profundidad causal del tiempo, un espacio definido en este instante como memorable. Más para mí, grababa en mi mente los paisajes que me abandonaban a su paso. Pudiera ser la última vez que los viese. De ahora en adelante todo era impredecible.
Vi el portón de entrada. Unos dragones se retorcían en alardes de majestuosos ataques, mientras motivos florales completaban la escena. Tonos plateados que daban simbolismo al paso a la finca. Se antojaba enorme. El auto continuó por un camino rodeado de cámaras de vigilancia. Paramos enfrente de una de ellas. Juan sacó la cabeza por la ventanilla y se dejó ver por la persona que la controlaba en otra estancia. Metros adelante se levantó una barrera de seguridad. Mucho más gruesa que las estándar y con una curiosa forma de árbol, permitió nuestra continuidad. Llegamos a un galpón que se abría paso entre las alturas. Esedebía ser el hangar náutico.
- Te voy a presentar al resto del equipo técnico. Ya están avisados de nuestra llegada. Corrió la voz. Empezaremos rápido con las lecciones. Prepárate que vas directo al submarino.- me explicó entusiasmado Juan.
- No sé por que no me sorprendo, pero mejor así, no necesito más información que la técnica. Es la imprescindible. Luego cuando sepa manejar ese trasto, ya me detallarás la parte económica. Comprenderás que la plata es un fin. Y claro los negocios.
- Las lecciones son rápidas. Antes que tú pasaron varias personas a hacer los tests necesarios en la conducción del submarino. Es fácil. No nos llevará mucho tiempo. Probarás, aprenderás y tras unas horas hablaremos del resto del negocio, del viaje y de los contactos en Argentina. Ahora sólo concéntrate en lo importante.
Al bajarme del auto comprobé las dimensiones de la piscina, y su profundidad. Estaba construida en superficie, pero su altura se alejaba tierra adentro. Imaginé el enorme agujero que abrieron en la tierra para darle profundidad a esto. Da igual, de alguna manera la había diseñado previamente. Y lo ví allí. De un color agrisado mate, no más grande que un auto convencional, amarrado con unas gruesas sogas a los extremos de la piscina, hacía su aparición estelar mi compañero de viaje. Sin nombres, ni siglas, en su completa discreción, observándome, indagando en mi persona, analizando nuestra sincronía, buscando nuestra mutua confianza.
El resto se sucedió a ritmos acelerados. Me presentaron a unas personas, de las que sólo oiría sus voces y olvidaría sus rostros, que me introdujeron al compartimento interior del submarino. Me explicaron con detalles en mayor medida técnicos, pero asumibles por mi intelecto, los diferentes controles, palancas, interruptores, llaves, luces, indicadores, todo lo que le daba una aparente complejidad, pero que sólo llegaría a ser decorativo si todo fuera bien. Hablamos de situaciones diversas que podrían suceder, medidas de emergencia, parámetros de actuación. Mi cerebro asumía, escuchaba, memorizaba, comprendía y probaba.
La primera práctica fue increíble. Sin darme cuenta ya estaba manejando por las cristalinas aguas de la piscina. Luego probé a oscuras, con los resplandecientes faros que se comparaban potencialmente a un mediodía despejado de verano saharaui. No había fallos. Se provocaron turbulencias artificiales que no me causaron la menor impresión. Estaba dentro, me sentía el propio submarino. Éramos uno.
Al salir de la nave, una pequeña multitud se agolpaba observando todo lo acontecido. Sus aplausos elevaron mi ego a la comodidad del control, de la importancia, del poder. estaba preparado. Yo era el elegido, sencillamente porque era el mejor. Todos lo sabían.
La trivialidad de las miradas de esas personas me resultaban insignificantes. No sabría explicarlo pero un cambio se produjo en mi interior. El saber que iba a realizar algo que nadie más podía o quería hacer me hacía sentir importante. Muy importante. No me veía pero probablemente los gestos de mi cara cambiaron, me convirtieron en respetable. No una eminencia aún, tenía que regresar para eso. Lo pensaba y me gustaba la idea. Regresar consiguiendo una proeza. Me admirarían. Joder si que estaba a gusto.
La reunión siguiente fue una breve estupidez.
-Cuando llegues a Bariloche te estarán esperando en un bote para amarrar el submarino y guardarlo en un sitio seguro. Si la velocidad y nuestros cálculos son correctos, llegarías justo al anochecer. Lo que hará segura la acción. Con esas mismas personas harás el negocio. Llevas una tonelada de droga. Pura, acuérdate de eso. Ni gramo más ni menos. En paquetes de kilo. En tus manos está que salga todo bien en este punto. No pierdas la vista del conteo de paquetes. Nos jugamos mucha plata y tú vas sólo. Sólo. Ellos lo saben. Llevarás un arma en el submarino. Cuenta con eso también.- notaba demasiado énfasis en las frases de Juan.
- No te preocupes que no soy un puto crío. Esto es un jodido juego.
-Veo que te has envalentonado conduciendo el submarino. Mantén la puta concentración. Hay mil factores que te pueden salir como el culo. No sabes bien ni cómo es la corriente. Ni el trayecto. Puede haber mil dificultades. Así que concéntrate cabronazo. No me jodas. Eres mi amigo pero ten clarito quién dirige toda esta mierda. Yo soy tu puto amo.- ahora sí que le note la vena presionando su morena frente.
- Está bien. Tranquilízate. Todo va a salir según lo planeado.
Una hora después estábamos llegando a la laguna. Preparamos el submarino con la mayor delicadeza y lo cargamos en un tráiler. Todo con las mayores medidas de seguridad. En el trayecto no había ningún obstáculo y se habían vaciado las calles para acelerar el transporte. Todo estaba dispuesto. La coca cargada y todas las instrucciones preparadas. Los contactos avisados y la laguna cerrada para que nuestro acceso no fuera observado.
Descargamos el tráiler y unas cintas magnéticas desplazaron el submarino por el terreno que bordeaba la laguna hasta ella. Se acariciaron por primera vez. Un expectante encuentro adolescente incitando a la lujuriosa relación posterior. Se conocieron y se comprendieron. El submarino quería ese agua y ansioso se preparaba para introducirse en ella. Era una hermosa imagen.
- Ya estamos listos. Recuerda que cuando llegues nos tienes que llamar e informarnos de todo. Son unas 8 horas. No te duermas. Si lo necesitas te hemos preparado un poco de coca para ti. Ten en cuenta que nunca se ha probado con la presión a la que vas a estar. Pero no dudes en tomarla si ves que la necesitas. Lo primordial es que llegues. Más que tú, la droga, y el submarino claro.
- Estoy mentalizado y preparado. Es un viajecito de nada.- se había vuelto un poco pesado últimamente, ya deseaba partir.
Últimos abrazos, consejos, despedidas, breves amenazas. Ahí se quedaban imaginando, esperando.
Subí al submarino. Se cerraron las compuertas. Luces encendidas, motor arrancado. Igual que las prácticas. Ningún inconveniente. Dirigí el submarino hacía lo profundo. La potencia lumínica de los faros hacían su parte. Todo era seguir el camino. La homogeneidad de las rocas no daban signos de vida alguna. Calma absoluta. Mejor. Veía el indicador de presión aumentando. Tenía aprendido el nivel de presión en que apareciera el túnel, la vía de acceso a mis ganancias. Y no fallaron los cálculos. Ahí estaba. Una prolongación lateral del túnel sugería el camino. Torcí levemente la palanca de dirección y encendí los motores traseros. En pocos segundos la aceleración del submarino se encontró con la succión de la que me habló Juan. La aguja de presión se volvió loca. Yo no sentía ninguna diferencia. Pero algo pasaba. Las luces se apagaban y encendían como el puto árbol de Navidad. La palanca de dirección vibraba más fuerte que nunca y no pude sujetarla. Se escapó de mis manos. El tablero de mando se apagó por completo y unas fuertes sacudidas paralizaron mis nervios, haciendome imaginar lo peor. Todo se movía. La nave empezó a girar sobre sí misma con una fuerza inmensa mientras seguía su aceleración. No sé hacia dónde. No llegaré. Es mentira que te pasa toda la vida por la cabeza en un instante. Yo no sentí eso. Tal vez porque vi salir el submarino del agua. Lo vi volar por encima de ella. No me dio tiempo a reaccionar. El impacto de nuevo contra la superficie me golpeó la cabeza contra el techo. El dolor era agudo, punzante. Intenté retomar el control. Enderecé el rumbo. No lo suficientemente rápido como para evitar que se estrellara contra la orilla del lago. Avanzó unos metros sobre las rocas que allí descansaban. El chirriar del roce expulsó chispas por todos lados. Sentía el impacto como si fuera mi cuerpo. El chasis se estaba destrozando. Ví saltar algún trozo de fuselaje. Paró. El hijo de puta por fin paró.
Qué mierdas había pasado. No comprendía nada. Salvo el dolor de mi cráneo estaba entero. No sangraba ni me había roto ningún hueso. El compartimento interno estaba hecho pedazos. La droga se esparcía por doquier. Una imagen que me recordó mi paso por las cordilleras nevadas de los Andes. Pero sin rocas. Pura nieve. Se salvaron un par de paquetes. Sólo vi dos de ellos. No quería buscar más entre la montaña de coca. Los metí en una mochila junto al arma y fui a abrir la compuerta de salida. Olvidé todos los procedimientos de descompresión. Salí al exterior. Un pinchazo me machacó la cabeza y se unió al dolor anterior magnificándolo. Joder es de día. Que mierda es ésta. Miré a mi alrededor comprobando lo que los sonidos anteriores me entreveían. El fuselaje del submarino estaba destrozado. Faltaba gran parte de abajo que no aguantó la colisión. Justo por donde se empezaban a filtrar los pequeños granos de coca. ¿Cómo volvería? Por estar, vi, al contemplar la iglesia y las casas de Bariloche, que llegué al Lago Nahuel Huapi. A su extremo más alejado. Perfecto por que no veía a nadie alrededor. Ni a los narcos. Ni bote ni nada.
Procedí a llamar a Juan, para comunicarle lo que había pasado. El celular estaba bien, pero no daba señal. Probé varias veces con el mismo resultado. Desesperado lo lancé al lago.
Entonces lo vi. Realmente le vi. Nunca antes lo había hecho, pero cerré los ojos para asegurarme que era real. Al abrirlos seguía allí. Decir que me era familiar era una estupidez. Llevaba mis mismas gafas, el mismo corte de pelo, quizás un poco más largo, una camiseta de trekking que recuerdo perfectamente dónde la compré. Y esa jodida mochila que tantos días me había machacado. Joder si que es grande. Creo que nunca me había visto con ella puesta. Pero me hacía elegante. Le hacía elegante. Que pasaba. Que ostias pasaba. Era yo. Enfrente mío mirándome, quizás con la misma estúpida cara, estaba yo mismo. Edu. El puto Edu. Mi otro puto yo. O que coño...
Estaba inmovilizado. Él también. Creo que eso mismo estaría él pensando. O yo. ¿Un reflejo? ¿Mi puto reflejo? ¿Le ataco?¿Le hablo?¿Corro? No sé que es todo esto, pero es una jodida mierda. Voy a hablarle.
- ¿Edu? Imagino que sí. Dime que sí o ya me vuelvo loco.
- Sí, cabrón. Eres yo. Eres mi puto yo. Tú. La cosa que se parece a mí. Sé que no estoy soñando.
- Yo no lo sé. Este puto submarino y su puta madre. Que diablos me ha hecho.
- ¿Qué haces con un submarino? Es genial voy a escribir esto en el blog. Iba caminando por el lago Nahuel Huapi y me encontré a mi mismo en un submarino o lo que quedaba de él. No es un sueño. Dormí bien y hace rato desperté desayuné y me vine a andar por aquí. Sé que he venido andando. Sé que hice fotos. Espera no te muevas que me voy a hacer una foto. Digo te voy a hacer una foto.
- A ver imbécil, si me haces una foto nadie va a saber que era tu otro yo. Es una foto de tí.
- Ya lo sé. Es para demostrarme que existes. Que estás enfrente mío. Ya estás. Existes. Jajaja, si que existes.
- Muy bien vamos progresando. No sé que más decirte. Imagino que estarás de acuerdo con todo lo que te diga. Eres yo. Joder eres yo.
- Sí pero es la primera vez que tengo un encuentro conmigo mismo. Es interesante verme, verte. ¿Cómo te encuentras?
- Pues de puta pena. Me acabo de estrellar con el puto submarino. He perdido todo el cargamento de coca. Me duele la cabeza y me estoy viendo a mi mismo preguntándome que tal me encuentro.
- Mi otro yo, tiene mal carácter. Bueno creo que yo estaría igual en la misma situación. ¿Por qué tienes un submarino?
- Joder parece que estoy hablándome solo y me respondo. Ya no creo que sea un sueño, y estar vivo estoy, me duele la puta cabeza y el cuerpo.
- Sí, sé lo que sientes. Yo sin dolor. ¿ No me cuentas que es eso del submarino?
- Era mi vía de ganar plata y seguir viajando. Tenía que entregar el cargamento a unos tipos y volver a Colombia.
- Espera, espera. ¿Volver a Colombia?¿Vienes de Colombia? Yo no he estado en Colombia. De hecho sólo he estado en Argentina.
- Espera tú... La reputa ostia, dime que día es hoy.
- 13, creo. Y Domingo.
- ¿13 de qué mes?
- De Marzo por si te interesa, y del 2011.
- Joder, joder, joder... no puede ser, no puede ser. Esto es una mierda muy rara. Me he encontrado contigo. Pero tú eres mi pasado. Eres yo cuando estaba paseando por el lago Nahuel Huapi. Cuando empezaba este viaje. Hace más de un año.
- Que dices, ¿que vienes del futuro? Y has cambiado el DeLorean por un submarino. Ya lo que me faltaba por oir. Y si es así , ¿que coño haces traficando con drogas?
- Nos quedamos sin plata. Bueno me quedé sin plata. Es una larga historia. Además mejor que no la sepas. Es tu futuro. No te puedo contar nada. La idea era vender y volver. Fácil. Pero he atravesado un puto agujero de gusano. ¿Cómo se llamaba?...
- Puente de Einstein- Rosen.
- Muy bien veo que recuerdas el libro que te estás leyendo ahora. Luego lo olvidarás como yo. El jodido puente va por debajo del lago. Bueno no sé si de este extremo funciona, pero del de Colombia sí. Aunque ya no podré comprobarlo. Se reventó el submarino.
- Pues no vuelvas. No sé de lo que hablas, pero suponiendo que eres yo y sé que no estoy tan loco, vente conmigo y seguimos viajando.
- Ya he hecho tu viaje y no quiero tener un gemelo. Le quita la gracia a todo. Mi camino es uno y es mío. No te enojes pero no quiero compartir nada contigo.
- Yo tampoco quiero que me jodas el viaje. Más cuando estoy empezándolo y quiero hacer muchas cosas, que no sé si las haré o no, aunque tú sí que lo sabes. Joder, no quiero seguir hablando contigo. No me cuentes nada. Creo que tienes razón mi ruta existencialista la tengo que marcar yo. Esa es mi verdad. No necesito ayuda y no puedo tenerla. Es mi vida. Vale que tu eres yo, pero mi vida sigue siendo mía y tú eres un individuo aparte. Igual, idéntico, pero aparte. Para mí no cuentas. No puedes venir conmigo.
- Tienes toda la razón, hasta en esto estamos de acuerdo. Pero yo tampoco puedo seguir viajando. No tengo plata y no quiero la tuya. es tu viaje. No quiero vivir lo mismo otra vez. Si voy por los mismos sitios veré mi pasado. Y si cambio, me puedo encontrar contigo otra vez. O con algo que estás viviendo o has vivido. No sé no lo veo claro. Y no sé como reaccionar. Serían muchos detalles. Muchas circunstancias. No veo los puntos a favor y sí los en contra. No puede haber dos de nosotros por ahí. Es de locos.
- Perfecto, ¿qué propones?
- No lo sé déjame pensar.
- Yo tengo una idea. Esta idea es mía y sólo la puedo pensar yo, por que pienso en mi y en tí al mismo tiempo. No sé si es un proceso de empatía, autoempatía o ni puta idea. Pero es lo mejor para nuestro fin. Bueno realmente es tu fin. De eso se trata. Tienes que morir.
- Tu puta madre. Rápido te has olvidado que soy tú. Cómo te vas a matar a ti mismo. Es un suicidio sin suicidio. Joder, para ti es fácil y en parte para mí sé que sigo viviendo. Pero muero. Yo sigo siendo un individuo. Lo voy a sentir. Pero sé que es el objeto preciso para esta causa. Mi existencia acaba, pero sigue. Fortalece la tuya. No sé. Parece más un sacrificio que una solución. Mi sacrificio por tú vida. No por tu vida, por ti. Porque sólo si yo muero, tú sigues vivo, desde el punto de vista existencialista claro. Esto es una mierda Edu, es una mierda muy jodida.
- No lo pienses no tiene sentido. Yo intentaré olvidarlo. De todas formas para mí todo ha cambiado. Pero no será tan fuerte el cambio si sé que tú no existes, que sólo existo yo con mi única existencia.
- Te entiendo. No tiene sentido debatir al respecto. Pero si sigues el viaje. También va a cambiar otra cosa. Del accidente se han salvado dos bolsas, dos paquetes de cocaína. Te pueden ayudar en el viaje si los vendes. Se los puedes vender a los mismos tipos a los que se los iba a vender yo. Pero en el pasado. Donde no sabrán nada de tí. Y con eso tienes para viajar largo tiempo. También tengo un arma de fuego, pero eso imagino que no lo querrás. Te conozco. Conozco tu pasado. No mi pasado. Tu presente. Pero eso te va a cambiar. Vas a vender droga. Sólo será momentáneamente. Luego te olvidarás y seguirás como eres ahora. Pero con la seguridad de ese dinero. Y créeme que te va a venir bien y no es tan malo. En eso te gano en experiencia. El viaje cambia a uno.
-Nunca me había planteado esto, pero entiendo lo que dices. Igual lo veo desde tu perspectiva y por eso lo entiendo. Vamos adelante. El arma la dejo con el submarino. Que imagino habrá que destruir. No es bueno que se sepa de esto. Y en el futuro tienen que estar encabronadísimos. Les has hecho perder un montón de plata.
- Lo mejor es que me mates. Destruyas el submarino. Quema todo, que no quede nada. Vende la droga y sigue con tu idea de destino. Vas a elegir bien. No te digo nada, pero sigue con tu instinto. Eso sí, no quiero sufrir. Sigo teniendo putos nervios y aún siento.
- ¿Y si te pego un tiro en la cabeza con tu arma?
- Perfecto. Pero nunca has disparado una. Prueba, yo ya la usé para aprender. Es fácil. Piensa en el retroceso, mantente firme y no falles. Me dispararás de cerca y listo. Va a ser lo más rápido.
- Mejor que lo hagamos cuanto antes. No vaya a aparecer alguien por aquí.
- Vale. Toma la mochila. Ésta es la dirección del tipo que compra y esta es tu arma. Para quemar el submarino hay gasolina dentro. Bastante, más la que hay en el depósito. Usa toda que no quede nada. Cuando me mates me metes en el interior de la nave. Limpia los detalles. Creo que lo harás bien.
- No quiero verte morir. Ponte algo en la cabeza. Una camiseta o lo que sea. No quiero guardar esa imagen en mis recuerdos toda la vida.
- Está bien. Ésta misma que llevo puesta. Ya está, dispara. No me des tiempo a pensármelo. Cuídate y sé feliz. Todo irá bien lo sé. Sigue tu camino. Es el camino.
- Ha sido un placer. Extraño placer. Extraño momento. No sé que más decirte. Gracias. Suerte.
Antes de sentir mojarse mis pantalones, oí el disparo.
Tío, eres cojonudo. Que forma de escribir-
ResponderEliminarTe añoro, loco