03 enero 2012

ACABANDO EL AÑO, O NO...

Para salir de Santiago a dedo, lo mejor es salir de la ciudad y sus periferias.
Un buen sitio es Nogales, por su cercanía a Santiago, y por estar en la Ruta 5 o Panamericana, que realmente es la carretera que recorre todo Chile de norte a sur.
Así fue. Desde aquí nos levantó un camión que transportaba pañales a un supermercado en Coquimbo. Perfecto, nois invitó a cenar y nos adelantó un montón de kilometros de la ruta, la idea era ir viajando hacia el norte.
Conversaciones aquí y allá, al final, pasamos la noche durmiendo dentro del remolque, donde llevaba los pañales, al lado de una gasolinera, como si de la generación beat se tratara. Trascendencias aparte, la sensación de humildad, de ruptura con el convencionalismo viajero, te hace gratificar la sensación del frío suelo del camión, sólo cortado por la sencillez de un aislante. Muy buena onda, aunque el paso de camiones por la gasolinera , y algún que otro perro enfadado, no nos dejo dormir muy bien.

Al día siguiente, casi sin tiempo para tomarnos un café, nos levantó otro camión, que iba hacia Copiapó.
Esta es una parte nueva de Chile para nosotros, ya que se adentra por primera vez por el desierto de Atacama. Y se nota, de repente la vegetación pasa a desaparecer y el horizonte se convierte en un caluroso montón de arena y piedras, en el desierto más seco y estéril del mundo.
Toda esta zona esta repleta de minas, ya que es la zona de mayor producción del mundo de cobre, entre otros metales y minerales, y cuenta con la mina de San José, que se hizo famosa por el rescate de los 33 mineros el año pasado. Por cierto, ahora se ha sabido que el presidente Piñera, tardó una semana en llegar y relentizó el rescate hasta su llegada, sólo para salir en la foto, importante debido a su baja popularidad en ese momento. Aunque me repita, bastardo.
Además se da un fenómeno muy curioso. Todos los años a la altura de Vallenar y Copiapó, en Octubre aproximadamente, aparecen flores en medio del desierto, formando un espectacular valle de colorido inusual. Este año, llovió más de lo habitual, y estando en Diciembre, aún había zonas donde se podían observar estas flores.
Además de esto es curioso ver pequeños pueblos en medio de la nada, sobreviviendo en un ecosistema hostíl, claro, que desde su perspectiva, puede ser la relajación perfecta fuera del caos, estrés y alienación de las otras ciudades.

Copiapó no tiene gran cosa que ver, y que hacer. Su crecimiento se debe a la minería, y en la ciudad, básicamente viven mineros que aprovechan los días libres, cada tanto tiempo bajo el subsuelo, para irse de fiesta por la ciudad. Igual lo más interesante es la ubicación que tiene en medio del desierto, con las dificultades que eso entraña, pero gratificada por el turismo que llega en Enero, para ver el nuevo rally Dakar, que ahora es por Argentina, Chile y Perú.

Saliendo de la sequedad de esta ciudad  nos dirigimos hacia Caldera, pequeño pueblo situado en el desierto, pero a la orilla del Pacífico. Y esto hace que este desierto sea más original aún, su cercanía al océano.
Lo mejor del pueblo es la playa de Bahía Inglesa. Un poco sobrestimada (mierda de nuevo de la Lonely Planet y su hegemonía manipulativa y sugestionaria), pero increíble por su localización, y por estar formada por arenas de concha blanca. Las aguas están relativamente calientes para lo que es la zona, así que el baño está asegurado. Mi primer baño en el Pacífico Suramericano!!! Así que para joder momentáneamente el momento, una estrella de mar me dio una patada, bueno me golpeó con uno de sus brazos. Jajajaja, que maja, la colocamos en una zona de rocas para que no corriese peligro.

Bahía Inglesa

Calles de Caldera

Por esta zona hay diferentes cosas para ver. Muchas en plan paleontológico. Otras con playas de arena blanca fina. Pero necesitas un auto para llegar o contratar uno de esos muchos tours que aparecen de la nada, según la demanda del momento, o de la Lonely Planet.

Nosotros decidimos seguir nuestro rumbo para el norte, cuando nos enteramos que a las afueras de Caldera habían encontrado restos de ballenas de 7 millones de años. Así que para allá.
Cuando intentaban ampliar a doble carril la Ruta 5, se dieron cuenta que había un cementerio de ballenas, algo que ya sospechaban hace años. Se protegió la zona y se procedió a la excavación.
Se han encontrado entre 20 y 30 ejemplares adultos y aún pueden aparecer más. Eso si toda la zona protegida para la excavación está llena de mierda y basura, que se sigue tirando por los alrededores. Pudimos echar un vistazo a algunos restos.

Zona protegida de la excavación llena de basura

Ballena de 7 millones de años

Y justo, al lado de la excavación, y casi sin quererlo, nos levantó una pequeña furgoneta, que trasportaba vidrios de seguridad para sucursales del Banco Santander. No hay que decir que parte de la conversación giró en torno a como se pueden romper mejor esos cristales, jejejeje. Y es por las esquinas, aquí no aguantan una buena pedrada (por si a alguien le interesa).
Para nuestra sorpresa nos llevó hasta Antofagasta, pasando por la parte más árida del desierto, donde las rocas dan paso a montañas, minas, valles arenosos, playas y el Parque Nacional Pan de Azúcar.
Tras más de 6 horas de viaje, en un espacio reducido, con nuestras mochilas golpeando las vidrieras (no por la esquina claro), con el calor del desierto, con algún espejismo, y pasando alguna posada, de nuevo nos invitaron a comer y a tomar unas cervecitas, más calientes que frías, mientras oíamos el partido de fútbol de la liga chilena.

En éstas, ya de noche, entramos en Antofagasta. Bueno, entramos en la zona comercial y portuaria, donde estuvimos un ratito perdidos por la mala señalización.
Aquí nos despedimos del compadre y nos dirigimos a buscar un alojamiento. La ciudad de noche es caótica y turbia, por dar algún adjetivo. Aquí se ha unido el crecimiento de un gran urbe a raíz de la minería, con la inmigración colombiana de drogas y prostitución, con el crecimiento económico de la vida en la ciudad, y las construcciones masivas en los cerros que la rodean, y en las periferias.
No es una ciudad turística, para nada, aunque su centro histórico rezuma tranquilidad y ciertos aires colonistas, que lo diferencian un poco del resto.
Y, el movimiento por estas fechas es fuerte, con calles repletas de gente consumiendo sin parar, más allá de sus posibilidades. Esto es de lo que se aprovechan las grandes superficies alimentarias y comerciales, concediendo compras de pago a plazos, que luego tras la imposibilidad de realizar estos pagos proceden a retirar de sus nuevos y breves usuarios. Una cara del consumismo materialista alejado del propio existencialismo humano, y acercado al surrealismo del absurdo. Pero engancha a la gente que se agolpa para sus compras navideñas, alejando de su mente la inevitabilidad de la lógica realidad.

Por otro lado, el icono de referencia de la ciudad, es un monumento natural que se sitúa a las afueras. Es La Portada. La zona refleja la erosión provocada por la unión del desierto, los vientos oceánicos y la constitución de este paraje. Y el monumento en cuestión, cualquier día de estos se va para abajo. Mientras la vista de los acantilados, de las aves marinas y la ciudad de fondo, es lo que más merece la pena de esta zona.

Monumento Natural La Portada


¿ Buitres en la Catedral?

Plaza Colón

Antofagasta



Tras pasar un par de noches, de las cuales, para abaratar costes, acabamos cocinando con la cocinilla de gas dentro de la habitación de una pensión de lo más bizarra (igual nadie se dio cuenta del humito que salía de dentro, jejejeje), decidimos tomar un bus para acercarnos a San Pedro de Atacama.


Este pueblo es la segunda zona de Chile más visitada por el turismo, después del Parque Nacional de Torres del Paine. Y, teniendo en cuenta, que el parque es libre para que cada uno haga lo que quiera de senderismo, de días, y de circuitos, convierte a este pueblo en el centro del turismo.
Y nada más que llegas, te das cuenta del rápido crecimiento de éste, que en unos años, ha dejado de lado a sus habitantes (atacameños, marcados por el tono moreno e indígena del desierto), para proliferar las agencias de turismo, de souvenires, de hostales, hoteles de lujo (para lo que es el desierto y sus recursos), restaurantes, y un largo lógico etcétera, pareciendo más un jodido parque de atracciones, que un lugar dónde poder contemplar sus maravillas naturales (algunas sin coherencia, creadas sólo para aumentar el número de tours y ganancias). Y, es que se puede hacer de todo. Eso sí, todos los más avispados empresarios se están haciendo de oro monopolizando todos los circuitos y locales de cualquier tipo, mientras los lugareños se conforman con sobrevivir con sus pequeños negocios. Y aquí la plata que se mueve es mucha ya que prácticamente todo el año es temporada alta.
Pero lógicas turísticas aparte, el sitio tiene un montón de cosas para observar y experimentar, y que es a lo que nos dedicamos, intentando apartar de la mente la tremenda falsedad de la ciudad.

Por nombrar algunos, los Ojos del Salar (doble circunferencia con sendas lagunas de agua dulce en medio del Salar de Atacama), lagunas salares, Laguna Céjar (con más salinidad que las aguas del mar muerto, y con menos mierda que éste, dónde literalmente flotas por la diferencia de la densidad del agua y la sal), Valle de la Luna (posiblemente, el icono de referencia del pueblo, cerros y dunas,de hermosa mezcla de sal y tierra, que conforman un paisaje como su mismo nombre se refiere), Valle de la Muerte (parecido al anterior, pero con más riscos y dunas, donde se practica el sandboard), vistas de los diversos volcanes de la zona, una de las más altas de los Andes que se unen al altiplano boliviano, cerros, poblaciones de aves acuáticas, donde dominan los flamencos, reservas naturales...

Garganta del Diablo
Iglesia de San Pedro

Valle de la Luna


Dunas del Valle de la Muerte


Los tours te llevan a todos los sitios a precios desorbitados, por lo que es mejor alquilar una bici de montaña y hacerlo por tu cuenta. Y si en la entrada de todos los monumentos, (que antes eran gratis pero que ahora son de pago, de lucro personal sobre la naturaleza, que no conservacionista) dices que eres estudiante, te ahorras unos pesos.
Eso hicimos, aunque reconozco que me costó subirme a la bici, después de 8 años o así, pero que cuando pones los dos pies, ya empiezas a dar saltitos y cabriolas como un adolescente con juguete nuevo.
Con éstas nos fuimos a ver Pukará de Quitor, un sitio arqueológico precolombino, el cañón del Valle de la Muerte, donde andas entre acantilados y formaciones rocosas de carácter claustrofóbico en algunas partes y que encontramos por equivocación, la Garganta del Diablo, como la anterior pero más espectacular, cruzando un río para subir a un puerto de montaña del que te deslizas como el viento huracanado en el descenso, y paisajes sorprendentes de una inusitada belleza.

Pukará de Quitor

Y, tras esto, subimos al cerro. Al Cerro Toco (5.604 metros de altitud). Pero a nuestro aire, saliendo de la comodidad y estupidez de hacerlo con un tour organizado, que te lleva el oxígeno y de la manita hasta la cumbre, y que tenían un valor de 80.000 pesos chilenos (unos 120 euros). Elegimos éste, porque para subir un pico alto, era el de más fácil acceso. Así, que una furgoneta nos acercó a su base, y de aquí a andar. O a intentarlo por que es evidente la falta de oxígeno, y cuando más subiendo peor. Además, como no encontramos el sendero, bueno intentamos atajar éste, subimos campo a través, escalando por rocas, mientras a nuestros pies las vicuñas comían de la escasa vegetación de la zona.
Y esto es jodido, bien jodido, sobre todo si vienes de las noches anteriores en las que has estado de fiesta en el hostel.

Desierto de Atacama y volcán Licankabur

Laguna Blanca desde el Cerro Toco

Pero la perseverancia, la tranquilidad, las pausas lógicas para tomar aire, las fotitos, las lágrimas que te caen cuando ves desde esa altura todo el maravilloso paisaje de la plenitud del desierto, los volcanes, los otros cerros, lagunas y Bolivia (porque estamos muy cerca de la frontera), todo te hace seguir, con orgullo y rabia, porque de veras que hay momentos jodidos de aire, donde das 10 pasos y jadeas tras cuál maratón.
Y se llega. Y es maravilloso. Y lloro. Es especial. Nunaca había llegado tan alto. Sin palabras. Silencio. Respiración pausada llena de ideas, ilusiones y alegría. Esa felicidad que te sobrepasa en estos momentos. No será el último. Toca bajar.
La bajada es más rápida, pero con cuidado. Una vez ya aclimatados a la altura, hay momentos que la falta de oxígeno da la sensación de un estado curioso de ebriedad sin estarlo, los pasos son más rápidos. El descenso es más fácil. Llegamos abajo, tras unas largas horas, y con la visita fortuita de un zorro del desierto.
Sólo falta intentar llegar a dedo a la ciudad que está a 40 Km.
No pasa nadie. Normalmente no pasa nadie más que los tours y sus furgonetas. Y hace mucho calor. No nos queda agua, y estamos con los labios agrietados y la piel quemada.
Cambiamos de idea. Mejor ir en dirección a la frontera con Bolivia y de ahí hacer dedo hacia San Pedro. Nos levanta un camión, pero para nuestra sorpresa cuando nos damos cuenta estamos yendo dirección a la frontera, pero de Argentina. Cuando pasa un auto, frena, cruza el camión, enciende todas las luces y salimos a intentar parar nuestra única opción de llegar antes del anochecer. Es un coche de lujo con unos brasileños de dinero, pero con buena fe. Nos llevan a 150 por hora hasta San Pedro. Yeahhhhhhh. Misión cumplida.
Unas cervecitas para celebrarlo y recordarlo para siempre, como merece ser recordado.

El día de Nochebuena nos damos una cenita en el hostel con fiestecita, para acabar en una rave improvisada en el desierto. Es lo que faltaba. Ya estamos listos para cruzar a Bolivia y dejar Chile. Son momentos de introspección, de lo que nos ha dado este país, de todos los meses que por él hemos morado, de todas las experiencias vividas. Pero hay que cambiar, y Bolivia es lo que más estaba ansiando. Ya está aquí.

Después de mirar lo más económico, dentro de todas las opciones posibles, y con la ayuda de un amigo boliviano, decidimos contratar, el que es mi primer gran tour, cosa que odio, pero que en estas circunstancias es la mejor idea para realizar el trayecto hacia La Paz, y cruzar por todos los lagos y salares de la región de Uyuni, con el sobreconocido Salar de Uyuni.

El tour nos cruzó la frontera con Bolivia, donde sólo hay una caseta en medio de la nada, y donde empezamos nuestro circuito apasionante de 3 días, por una de las zonas más espectaculares del planeta.
Vamos en un 4x4, con nuestro amigable conductor Saso, que nos va enseñando algunas nociones de Quechua, a la que vamos realizando las paradas de todos los parajes que conforman la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa.


Laguna verde


Geyseres

Laguna Colorada

Llamitas





Como narrarlo, es impresionante. La primera noche dormimos en un refugio, la segunda en un hotel de sal, sí, todo de sal, y doy fe porque chupé todo lo que veía, las mesas, las paredes, el suelo, jajaja, se me quedó hecha mierda la lengua.
Lo más loco fue intentar echar un partido de fútbol, al lado de un lago, donde los flamencos andaban por sus aguas sulfurosas. Estábamos a 4.500 metros de altura. Una patada y sin respiración. Apasionante. Hay zonas volcánicas, geyseres, lagos de diversos colores, una laguna espectacular roja, debido a las algas que están en sus aguas, llamas, vicuñas, aves diversas. Todo son sensaciones, colores, imágenes, conversaciones.


Flamencos en la Laguna hedionda




Y, el tercer día, el Salar de Uyuni.
Es el salar más grande del mundo y el único que se ve desde la luna. Además de la reserva de litio más grande del planeta. Las dimensiones son descomunales, sobrecoge.
El día empezó con lluvia, pero se disipó. De nuevo la Pachamama nos escuchó y nos regaló el mejor día posible para disfrutar de esta maravilla.

Amanecer en el Salar de Uyuni

Lo primero en llegar es a la Isla Incahuasi, dónde dominan los cactus de más de 1.000 años de antigüedad, y que es la isla que parece en medio del salar. Las vistas de todo el salar son formidables.

Isla de Incahuasi
De aquí al cielo, y literalmente. Cuando llueve en el salar, se forma una fina capa de agua que hace un reflejo del cielo, rompiendo y borrando el horizonte, y dando lugar a una de las sensaciones más únicas del mundo. La sensación de volar, de estar soñando, de estar en cualquier sitio menos en el suelo, que hace unas horas pisábamos, de mantenernos cerca del todo, y a la vez en la nada. No se puede comentar. Es vivirlo. Podrías estar días y días soñando. Viendo como los que están a tu alrededor flotan, vuelan, cambian de la dimensión más terrenal, a la locura de los sentidos. Y de aquí, las fotos. Todo el mundo se prepara su fotos. Todas ingeniosas y originales. Muy buenas risas.





Tras esto, se pasa la zona con agua y se llega a la zona seca. Aquí aparecen las costras de sal en la infinitud del horizonte. Blanco, blanquísimo. Otro espectacular paisaje.


Y, con esto, tras la última comida, nos dirigimos hacia la salida del salar. Realmente te encuentras tan ensimismado que no eres consciente de nada. Inmejorable.
Tras ver el cementerio de trenes de Uyuni, nos apeamos aquí. Una visita rápida a la ciudad, dónde empezamos a tomar contacto con la otra realidad de Suramérica. Esto ya no es Argentina ni Chile. Es más puro, más auténtico, más cultural, más original, más realista. Estamos ya en Bolivia, y se palpa en las calles. Aparecen las cholitas, mujeres con traje tradicional muy reconocido por su sombrero en la cabeza, comidas en las calles, coches más viejos, otros rasgos, otra tranquilidad, otra visión. esto es lo que esperaba. Aquí está, ahora toca despertar los sentidos, cambiar la anterior concepción de la realidad de los otros países y empezar a comprender ésta.

Uyuni

No pasamos mucho tiempo en Uyuni, ya que salimos en bus nocturno hacia La Paz. Es el primer destino. Acabar el año en el cambio del momento, coincidiendo con la entrada del 2012.


DEL RUGIR DE LA TIERRA Y OTROS ASUNTOS DEL MOMENTO...




Los delincuentes modernos
Están autorizados para concurrir diariamente
a parques y jardines.
Provistos de poderosos anteojos y de relojes de bolsillo
Entran a saco en los kioskos favorecidos por la muerte
E instalan sus laboratorios entre los rosales en flor.
Desde allí controlan a fotógrafos y mendigos que deambulan por los alrededores
Procurando levantar un pequeño templo a la miseria
Y si se presenta la oportunidad llegan a poseer a un lustrabotas melancólico.
La policía atemorizada huye de estos monstruos
En dirección del centro de la ciudad
En donde estallan los grandes incendios de fines de año
Y un valiente encapuchado pone manos arriba a dos madres de la caridad.

Los vicios del mundo moderno:
El automóvil y el cine sonoro,
Las discriminaciones raciales,
El exterminio de los pieles rojas,
Los trucos de la alta banca,
La catástrofe de los ancianos,
El comercio clandestino de blancas realizado por sodomitas internacionales,
El auto-bombo y la gula
Las Pompas Fúnebres
Los amigos personales de su excelencia
La exaltación del folklore a categoría del espíritu,
El abuso de los estupefacientes y de la filosofía,
El reblandecimiento de los hombres favorecidos por la fortuna
El auto-erotismo y la crueldad sexual
La exaltación de lo onírico y del subconsciente en desmedro del sentido común.
La confianza exagerada en sueros y vacunas,
El endiosamiento del falo,
La política internacional de piernas abiertas patrocinada por la prensa reaccionaria,
El afán desmedido de poder y de lucro,
La carrera del oro,
La fatídica danza de los dólares,
La especulación y el aborto,
La destrucción de los ídolos.
El desarrollo excesivo de la dietética y de la psicología pedagógica,
El vicio del baile, del cigarrillo, de los juegos de azar,
Las gotas de sangre que suelen encontrarse entre las sábanas de los recién desposados,
La locura del mar,
La agorafobia y la claustrofobia,
La desintegración del átomo,
El humorismo sangriento de la teoría de la relatividad,
El delirio de retorno al vientre materno,
El culto de lo exótico,
Los accidentes aeronáuticos,
Las incineraciones, las purgas en masa, la retención de los pasaportes,
Todo esto porque sí,
Porque produce vértigo,
La interpretación de los sueños
Y la difusión de la radiomanía.

Como queda demostrado, el mundo moderno se compone de flores artificiales
Que se cultivan en unas campanas de vidrio parecidas a la muerte,
Está formado por estrellas de cine,
Y de sangrientos boxeadores que pelean a la luz de la luna,
Se compone de hombres ruiseñores que controlan la vida económica de los países
Mediante algunos mecanismos fáciles de explicar;
Ellos visten generalmente de negro como los precursores del otoño
Y se alimentan de raíces y de hierbas silvestres.
Entretanto los sabios, comidos por las ratas,
Se pudren en los sótanos de las catedrales,
Y las almas nobles son perseguidas implacablemente por la policía.

El mundo moderno es una gran cloaca:
Los restoranes de lujo están atestados de cadáveres digestivos
Y de pájaros que vuelan peligrosamente a escasa altura.
Esto no es todo: Los hospitales están llenos de impostores,
Sin mencionar a los herederos del espíritu que establecen sus colonias en el ano de los
recién operados.
Los industriales modernos sufren a veces el efecto de la atmósfera envenenada,
Junto a las máquinas de tejer suelen caer enfermos del espantoso mal del sueño
Que los transforma a la larga en unas especies de ángeles.
Niegan la existencia del mundo físico
Y se vanaglorian de ser unos pobres hijos del sepulcro.
Sin embargo, el mundo ha sido siempre así.
La verdad, como la belleza, no se crea ni se pierde
Y la poesía reside en las cosas o es simplemente un espejismo del espíritu.
Reconozco que un terremoto bien concebido
Puede acabar en algunos segundos con una ciudad rica en tradiciones
Y que un minucioso bombardeo aéreo
Derribe árboles, caballos, tronos, música.
Pero qué importa todo esto
Si mientras la bailarina más grande del mundo
Muere pobre y abandonada en una pequeña aldea del sur de Francia
La primavera devuelve al hombre una parte de las flores desaparecidas.

Tratemos de ser felices, recomiendo yo, chupando la miserable costilla humana.
Extraigamos de ella el líquido renovador,
Cada cual de acuerdo con sus inclinaciones personales.
¡Aferrémonos a esta piltrafa divina!
Jadeantes y tremebundos
Chupemos estos labios que nos enloquecen;
La suerte está echada.
Aspiremos este perfume enervador y destructor
Y vivamos un día más la vida de los elegidos:
De sus axilas extrae el hombre la cera necesaria para forjar el rostro de sus ídolos.
Y del sexo de la mujer la paja y el barro de sus templos.
Por todo lo cual
Cultivo un piojo en mi corbata
Y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles.

Los vicios del mundo moderno- De poemas y antipoemas, Nicanor Parra.

http://www.nicanorparra.uchile.cl/


Intenso de nuevo el sur. Un lugar increíble en toda su plenitud.
Decidimos hacer una última escapada a estos territorios antes de la partida final de Santiago.
Y, que mejor está, que empezar por un poco de naturaleza. El lugar elegido fue el Parque Nacional de las Siete Tazas.
En esta época del año, llegar se complica un poco. La primera parte es fácil, hay que tomar un bus hasta Molina (pequeñito pero con encanto, ese encanto de las cosas pequeñas). Ahí, en teoría, se toma otro bus hasta la entrada del parque, pero en esta época del año, que aún no es temporada alta, sólo hay una, y claro hay que esperarla.
Luego se sube por un espectáculo de matices de bosque cerrado verde, con pequeños pueblecitos a los lados, que hacen de éste un paisaje único. Sobre todo si te has acostumbrado a ese smog que domina la visión del horizonte natural de Santiago, y que horizonte más grande que son los Andes.
Cuando llegamos arriba, ahora ya ando en compañía, justo después de pasar Radal, que es donde para el microbus, nos dimos cuenta que no ibamos a llegar al camping de Parque Inglés que estaba a 11 kms., antes del anochecer. Y, ahora, ya no apuro tanto como lo hacía antes.
Pero, bueno, siempre hay que intentarlo, piensas en positivo y ahí está, aparece una camioneta que te facilita la lucha contra la presión del tiempo.
Arriba hay tres campings de pago, pero existe uno gratis.
Gratis, porque es la vergüenza de la naturaleza. Es un camping abandonado, que ahora está lleno de montañas de mierda y basura, en constante crecimiento. Y, está al lado de la sede de la Conaf, gestora de los Parques Nacionales en Chile, que hablaban de la situación con la normalidad del que se tira un pedo. Pero como nadie habla de estas cosas, ahí sigue lleno de mierda.



Nosotros aprovechamos para armar la tienda y pasar la noche ahí. Un poco de alta cocina con cocinilla de gas y dejarse hipnotizar por el silencio del parque.

Al día siguiente, tras un breve, por la congelación sanguínea, baño en el río glaciar de la zona, nos volvimos a encontrar con la camioneta que nos subió y que nos acompañó a ver las otras vistas de este parque.
A saber, el Velo de la Novia, salto de 50 metros de altura, y las Siete Tazas, que da nombre al parque, que son unas pozas naturales excavadas a la perfección de su redondez, en basalto volcánico, y que siguen en unos saltos, una tras otra, dando la impresión de un perfecto mecanismo de relojería.
Esa noche, tras tomar unas cervecitas, acampamos clandestinamente en el borde del río a esperar la vuelta a Molina, intentando dormir mientras los adolescentes se montaban la fiesta a pocos metros.

Velo de la Novia

7 Tazas


Molina-Talca (poco que ver)-Pucón.
Otro retorno. Vuelta a asombrarme con el Volcán Villarrica. Vuelta a asombrarme con el Parque Nacional Huerquehue.
Esta vez volvía a entrar como chileno, gracias a la buena onda del guardaparque.
Pero, un pequeño cambio se veía en el parque al cambio de las estaciones.
La antes rojiza percepción de los bosques, por el efecto del otoño en la lenga, hacía que ahora fuese todo verde, por el efecto de la primavera en la misma. Pero es igual de precioso. Las araucarias siguen dominando, como si el recuerdo de tu paso, las hiciera fortalecerse más.
Me quedaría hablando con ellas pero la prisa de otra renovación del visado nos apremiaba.

Más verde


Nido del águila





Esta vez el paso elegido fue el Mamuil Mahal, impresionante al pasar por el Parque Nacional Villarrica, y acabar el Parque Nacional Lanín, ya en Argentina. Aquí el que domina el horizonte es el volcán Lanín (3.776 metros), seguido de lejos, pero a otra manera por los bosques de araucarias.

Zorro

Volcán Lanín

Pero a la empatía por la naturaleza le sigue la rabia contra el ser humano.
Por que en la frontera un paco culiao nos amenazó de la expulsión del país, si volvíamos a entrar a renovar visa. O lo que viene a ser lo mismo, nos informo de que no se puede salir y entrar de Chile a Argentina para renovar visa, como hace todo el mundo, porque resulta que es ilegal, aunque se asuma culturalmente. Lo que presuntamente hay que hacer es pagar y ampliar la visa.
Ante nuestra sorpresa le comentamos que era la última vez, pero nos dijo que a la entrada a Chile, nos acortaría la visa a 15 días. El muy bastardo. Al final no fue un problema, nos reímos de su cara y cambiamos el paso de entrada. Por cierto hay un zorro que vive comiendo lo que se le cae a la gente, que espera a pasar la frontera, y lleva ahí unos años. Pero se le llama zorro por algo, así que si no le das la comida, que andas comiendo, te muerde para que la sueltes, jajaja, que campeón.

Tras dejar en el horizonte al Lanín, las araucarias, lagos y Junín de los Andes, llegamos a San Martín de los Andes. Es una ciudad superturista, que vive del alquiler de las cabañas que se continúan por sus escasas 10 calles. El resto son tiendas en edificios de madera, que la convierten en el pequeño Bariloche, sólo en su parte turística, aquí solo hay una clase, y es la de plata.
Lo mejor para ver, sin pagar los barquitos que cruzan el lago, es subir al mirador de Las Bandurrias. Para llegar hay que cruzar una comunidad mapuche. En Argentina, los mapuches no llevan tan fuerte la lucha social como en Chile. Parece que han asumido su aculturación y están tan tranquilos en los pequeños poblados. Se nota esa diferencia.





De aquí, marchamos a intentar cruzar el paso de Cardenal Samoré. Digo intentar, porque en este paso hay una situación, que hace dudar si se podrá cruzar o no. Se llama volcán Puyehue.

http://www.taringa.net/posts/imagenes/11119017/_Megapost_-Erupcion-del-volcan-Puyehue_.html

Entró en erupción en Junio de este año y creó el caos con sus rugidos, en Argentina, que es a donde llegaban sus cenizas. Tanto que canceló la temporada alta de esquí en Bariloche, lo siento, pero que se jodan todo lo cuicos que iban para allá a derrochar su inmensa plata. Además de la de verano, porque el turismo ha hecho que bajen los precios de los hoteles a precio de hostel.

Volcán Puyehue

Lago Puyehue

7 lagos

Villa La Angostura


Parque Nacional Puyehue




Pero donde dejó la cagá (chilenismo) es en Villa la Angostura. Apareciendo hace pocos años, como otro atractivo turístico de la zona, creció en todos los sectores del turismo. Éstos han sido anulados por las cenizas, que en su mayoría cayeron aquí. Aunque las limpiaran, al seguir el volcán en activo, les regalaba otras pocas más. A tal punto llegó la situación de desesperación, que toda la población está dejando la ciudad ( las mudanzas tienen una lista de espera de 2 meses). Y hacen bien, porque el Puyehue sigue soltando su magia, ya sin erupciones. Hay un lago, que lo puedes andar sobre sus aguas compactadas de cenizas volcánicas.

Ese día el paso estaba abierto y pudimos cruzarlo, sin problemas, ni de cenizas, ni de amenazas de pacos, ya que se tiró un farol y seguimos con nuestros 3 meses de visado como de costumbre (aunque sea el último).
Las vistas son más difíciles de narrarlas. Imaginaos un parque nacional que cambia su color verde por gris, pero dejando tanta ceniza que pareciera un pequeño desierto de tonos grisáceos. Y, en el fondo, observando, advirtiendo, la grandes humaredas del cráter del Puyehue. Realmente, impresionante. Un espectáculo, que no se ve todos los días, en mi caso creo, que en muchísimos años. Y no puedes apartar la vista, mientras se suceden bosques, montes, cerros, lagos. Y en lo absorto de la situación otros dos volcanes, el Osorno y en Puntiagudo. Aaaaaaaaaaaa, creo que saltó alguna lágrima.

Tras unos instantes en Osorno, dónde cruzan todas las rutas pero nadie se queda, nos dirigimos hacia Valdivia.
Una de las principales ciudades universitarias, pero sin la fiesta que caracterizaría a éstas. Rodeada de dos ríos que dan forman a la Isla Teja, donde se sitúa la Kunstmann. Posiblemente una de las mejores cervezas de Suramérica, y para mí la mejor de Chile. Una degustación de sus diferentes variedades, y un litrito de la mejor, subjetívamente hablando, te deja contento para luego dirigirte a ver el pequeño pueblo de Niebla, con uno de los fuertes que controlaban el Pacífico, por los tiempos del Virreinato de Perú.

Calles de Valdivia


Cervecitas

Fuerte de Niebla

Muelle de Valdivia

En el muelle de Valdivia, más turístico que pesquero, situado en la costanera, se puede observar la domesticación de los leones marinos, que aquí se alimentan de lo que los pescadores les arrojan. Verlos tan de cerca y tan tranquilos, te hace idea de lo que puede provocar el antropocentrismo dominador humano.


Tras observar la ciudad, su catedral, algún torreón español, sus casas de estilo alemán de la posterior colonización germana, decidimos continuar hacia el sur.

La llegada de nuevo a Chiloé, me hizo recordar mi anterior paso por la ciudad de Castro, y fuimos a visitar a la familia con la que estuve echándome unas risas durante unos días, a la vez que comprendí mejor la idiosincrasia de los chilotes.
Para mi tristeza, la abuela había sufrido una semana atrás una trombosis y estaba en estado casi vegetativo en la cama, donde no pudo reconocerme.
La realidad se hace tan fuerte, que comprendes que estando de viaje, siempre vas dejando vidas que momentáneamente están cerca de la tuya, pero que luego siguen su curso natural, en casos como éste tan fuerte como la vida misma. Parece un mundo con una realidad permanentemente evolutiva, que tiene sus paralelismos en la constancia de otra normalidad.

Esta vez en Castro, se celebraba el Teletón.
Es una colecta nacional de dinero para mantener escuelas de niñxs con deficiencias psíquicas y físicas, y que gestiona la organización que lleva el mismo nombre.
Hasta aquí estaría todo bien, si no fuera por la dudosa recepción de la plata de los ciudadanos chilenos y circunstanciales turistas, que en un país como Chile, no creo que llegue a su destino. Más si ves como se publicita masívamente, en una sensacionalista campaña publicitaria nacional, que utiliza en sus anuncios el sentimiento de culpa hacia esos niños, convertidos en un medio de producción de capital. Los ciudadanos aportan el 70% mientras que las empresas sólo el otro 30%, que amortizan por la publicidad que se hace de ellas mismas. La gente a la que preguntas al respecto duda, pero cree que si nadie diera nada de dinero se cerrarían esos centros, con lo que si aparece una duda es que fácilmente hay una realidad clara. Y mejor manipular esa duda para que año tras año, porque coincide con la cercanía de las fechas navideñas, se consiga más dinero que el anterior, para aprovechar ya de paso, crear un poquito más de sentimiento nacionalista, sobre todo en el momento de movilización ciudadana antigubernamental y anticapitalista que vive el país.

Tras visitar las playas del oeste de la isla, donde nos encontramos con un pudú (familia de los ciervos y muy difícil de ver), nos acercamos a Ancud, desde donde seguimos a dedo hasta Calbuco. La gran hospitalidad de una amiga en su casa durante unos días, nos permitió observar la tranquilidad de este pueblecito de pescadores.


Playas Ancud

Pudú

Puñihuil

Calbuco y el volcán Osorno


Y, para finalizar nuestra visita por el sur, acabamos visitando a lxs amigxs de Temuco, como no, de fiesta.

Monumento a la Araucanía, Temuco

Temuco desde Cerro Niñol

A nuestra llegada a Santiago, preparamos las últimas fiestas de despedida, que coincidiendo con el Día de los Derechos Humanos y Animales No Humanos, contaron con comida vegana, música y alguna que otra lágrima.
Se cerraba un intenso sentir por lo vivido en esta ciudad durante estos meses, por todas esas experiencias y gente conocidas y para siempre interiorizadas.

Y como broche final, recordar la historia un poco, para que lo que ocurrió no se repita de nuevo, en el macabro círculo de repetición sinfín que es la vida, y que en Chile fue la dictadura, con sus asesinatos y torturas. Para ello lo mejor es visitar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

Londres 38, centro de torturas




Masacre de los Selk´nam



Somos cinco mil aquí
en esta pequeña parte la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Sólo aquí,
diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.
Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura.

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Uno muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse
todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra un muro
pero todos con la mirada fija en la muerte.
¡Qué espanto produce el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es un acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número
que no progresa.
Que lentamente querrá más la muerte.

Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
llena de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos
menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.

Canto, qué mal me sabes
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos
momentos de infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.
Lo que veo nunca vi.
Lo que he sentido y lo que siento
harán brotar el momento...

Poema escrito por Víctor Jara en el Estadio Chile en Septiembre de 1973. Entregado a sus compañeros para que fuera sacado del Estadio.